Hombre de Principios

Durante una tormenta el Guardián de un Zoológico vio cómo un Hombre de Principios se guarecía bajo un avestruz, que había desplegado toda su estatura para dormirse.

Pero señor —dijo el Guardián—, si teme mojarse le recomiendo meterse en la bolsa de aquella canguro, la Saltarix mackintosha, ya que si esa avestruz se despierta lo matará a patadas en un minuto.

No lo puedo remediar —respondió el Hombre de Principios, con ese altivo desprecio por las consideraciones prácticas que distingue a su especie—. Que me mate a patadas si así lo desea, pero mientras tanto me protegerá de la tormenta. Se ha tragado mi paraguas.

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