Terceto Autóctono

I

 

El puño labrador se aterciopela,

y en cruz en cada labio se aperfila.

Es fiesta! El ritmo del arado vuela;

y es un chantre de bronce cada esquila.

 

Afílase lo rudo. Habla escarcela...

En las venas indígenas rutila

un yaraví de sangre que se cuela

en nostalgias de sol por la pupila.

 

Las pallas, aquenando hondos suspiros,

como en raras estampas seculares,

enrosarian un símbolo en sus giros.

 

Luce él Apóstol en su trono, luego;

y es, entre inciensos, cirios y cantares,

el moderno dios-sol para el labriego.

 

 

II

 

Echa una cana al aire el indio triste.

Hacia el altar fulgente va el gentío.

El ojo del crepúsculo desiste

de ver quemado vivo el caserío.

 

La pastora de lana y llanque viste,

con pliegues de candor en su atavío;

y en su humildad de lana heroica y triste,

copo es su blanco corazón bravío.

 

Entre músicas, fuegos de bengala,

solfea un acordeón! Algún tendero

da su reclame al viento: “Nadie iguala!”

 

Las chispas al flotar lindas, graciosas,

son trigos de oro audaz que el chacarero

siembra en los cielos y en las nebulosas.

 

 

III

 

Madrugada. La chicha al fin revienta

en sollozos, lujurias, pugilatos;

entre olores de urea y de pimienta

traza un ebrio al andar mil garabatos.

 

Mañana que me vaya...” se lamenta

un Romeo rural cantando a ratos.

Caldo madrugador hay ya de venta;

y brinca un ruido aperital de platos.

 

Van tres mujeres.. ., silba un golfo... Lejos

el río anda borracho y canta y llora

prehistorias de agua, tiempos viejos.

 

Y al sonar una caja de Tayanga,

como iniciando un huaino azul, remanga

sus pantorrillas de azafrán la Aurora.

 

Cesar Vallejo

Para estar informado de los últimos artículos, suscríbase:
Asociacion Cultural y Educativa Contracorriente -  Alojado por Overblog